La política que comenzó a emprender la
CNT-FAI durante la Segunda República bailaba entre las huelgas y el anarquismo
violento en el movimiento libertario. Las bases crecientes de la CNT-FAI se
iban radicalizando con el paso de los meses. Esta radicalización aumentó cuando
se aprobó la ley de Asociaciones Profesionales de Patronos y Obreros preparada
por el Ministerio de Trabajo, de ideología socialista, que marginó a la CNT que
contaba entonces con más de un millón de afiliados. Así, dejaba fuera a la CNT
de la representación sindical en los organismos oficiales de negociación y mediación
laboral. Así, se produjo un alejamiento del anarcosindicalismo de las tácticas
legales de reivindicación obrera y laboral ya que se creía que solamente se
favorecía a la UGT.
En medio de este clima, surgen los
sucesos de Casas Viejas. El 8 de enero de 1933 la Federación Anarquista Ibérica
(FAI) hizo un llamamiento a la insurrección general provocando incidentes en
algunas de las regiones obreras más importantes del país: Cataluña, Aragón,
Levante y Andalucía, siendo gravemente reprimida la insurrección por parte de
las fuerzas del orden.
En la localidad de Casas Viejas, en la
provincia de Cádiz, los guardias de Asalto comandados por el capitán Manuel
Rojas realizaron una cruel matanza entre los obreros agrícolas en proclamar
estos el comunismo libertario. Los guardias de Asalto incendiaron la casa del
campesino “Seisdedos” provocando la muerte a unos cuantos jornaleros que allí
se habían escondido. Además, procedieron a asesinar a 14 personas que habían
sido detenidas en la insurrección.
Este suceso provocó una conmoción a la
opinión pública debido a la mala actuación por parte de los Guardias de Asalto
y se acusó al Gobierno de la República y a Manuel Azaña de estos sucesos.